El amor escondido en la catástrofe. Las confesiones no autorizadas del Covid-19.
Brenda Pilar Millar Gómez
115 Días después… también es jueves.
Como quien no quiere la cosa, ya transcurrieron 115 días desde que arrancó mi -y el- aislamiento de todo un país entero… ¡y el ASPO del mundo! Este mundo que paulatinamente quiere (pero le cuesta todavía) librarse de nosotros: el dúo dinámico. A estas alturas del partido ya tenemos nombres, apellidos, DNI, domicilio fijo, y, por si fuera poco, ¡hasta clave fiscal de la AFIP! Para estar al día con los impuestitos. Para que así el queridísimo y “honorable” estadito argentino no nos tilde también de morosos. Que ya bastante tenemos con lo que tenemos.
Vuelve a ser jueves, después de 115 largos días. Y eso por tan pequeño e insignificante que pueda parecer para algunos, también me emociona, porque yo soy un fan empedernido de los jueves / juernes. Y entiéndase por “juernes” a esos días que vienen cargaditos con airecito de viernes, y de paso… perdón, me voy por las ramas. Decía que acá estamos otra vez, materializados en dos personalidades, dos almas y dos corazones. Muy, muy diversos entre un extremo y el otro del camino. Veredas opuestas o calles perpendiculares, pero con puntos de confluencia, que poco a poco también nos encuentran. Nosotros. Míster ASPO y Míster Covid, o viceversa.
Como dijo Karina Jelinek (¿modelo? ¿filósofa célebre del mundo de la Farándula Argentina?): “lo dejo a tu criterio”. Al leer esta historia, siéntanse con la plena LIBERTAD, con mayúsculas, de dejar que la imaginación viaje y vuele un poco. Para que ♫quizás, quizás, quizás♫… puedan entenderme desde esos otros lugarcitos que les incomodan a ustedes los seres de carne y hueso, de ciencia y razón (entre otros adjetivos calificativos que me reservo para mí mismo). Yo, Covid y él, ASPO, nos juntamos en una sociedad que da que hablar y, curiosamente, unimos nuestras fuerzas y mentes para provocar, dentro de mis propios términos, una revolución, un cimbronazo: un intento de nocaut global.
Para lograrlo, tendría que venir algo a mi cabecita virósica. No me cuestioné aspectos éticos o morales, pues este sería mi modo de salvar a la raza humana de su propia autodestrucción. Me miré al espejo y dije a mi reflejo: “Al fin y al cabo, le estoy haciendo un favorazo a este mundillo loco y hambriento de competencias, racismos, relativismos y tantos otros ismos que los humanos han inventado desde que pusieron sus pies por vez primera en la hermosa Madre Tierra”. ¡Y eureka! Esa acción fue -y es- el presente que nos acontece aún por éstos días y a éstas horas. Aislarnos a todos en nuestras respectivas casas. Me dije también: “Éste plan maestro no lo puedo llevar a cabo en la plena soledad”. Porque además, así es la regla y no hay excepciones ni “tu tías”, ¡dos cabezas piensan más y mejor que una!
“Necesito un compañero leal, que a diferencia de mí tenga una mayor esperanza en la humanidad, que no tenga unas ganas voraces de destruirlos completamente”. Como alguna vez cantó la murga uruguaya Agarrate Catalina en una de sus hermosas canciones: ♫“¡Reinen en el mundo las cucarachas!”♫. Siempre pensé que era un hecho sorprendente y fantástico, anecdótico pero mágicamente real: Noé partiendo con su familia y los animales de todas las especies habidas y por haber, además de todas las plantas y hierbas que existían, embarcándose en el arca. Les hago un resumido así nomás, porque de seguro conocen la historia. Y muchachos / muchachas / muchaches (para que después la humanidad o un sector de ella, no me tilde de machirulo patriarcal), si no conocen la historia, agarren la biblia, búsquenla ¡y léanla! Que lo que más les va a sobrar, ejecutado mi maravilloso plancito, ¡es tiempo!
Me voy por las ramas. Volviendo a pensar en mi compañero ideal o casi, casi perfecto (yo creo en alguna de esas convenciones sociales o frases cliché que inventaron los humanos para dormir más tranquilos, con sus propios defectos y demonitos a cuestas). La premisa de que: “Nada es perfecto”, me sirve a mí también, para vivir en paz conmigo mismo. ¿O qué? ¿Acaso se creen que solo ustedes los seres humanos tienen problemas que les pintó denominar como existenciales o sufren por ese narcotizante, “esa cosita loca llamada amor”, que alguna vez supo cantar el gran Elvis Presley? ¿Qué? ¿Cómo es que sé de música? Leía revistas que encontraba en salas de espera de sanatorios…
Sí, soy un bicho virósico, letal, mortífero, que creó e instituyó una pandemia histórica y que derrumbó la economía, según las palabras de sus muchos avezados expertos en infectología, economistas, periodistas, políticos y esos que no estudiaron un carajo pero que se dedican a lanzar bosta en las redes y se hacen llamar haters, u odiadores seriales según el presi de Argentina, Alberto Fernández. Esos expertos y otros recibidos en la Universidad de la Opinología tienen un solo objetivo: analizarme, estudiarme, atacarme. Todos estos seres humanos se unieron en una lucha conjunta y colectiva que consiste en un único fin: ¡destruirme a mí, y a mis posibles descendientes! Bueno, acá está el punto, por eso necesito un compañero. Y no cualquiera, sino este. También, para qué les voy a dar más vueltas: ¡se los termino por confesar! Además de ser sólo un bichito molesto, soy Gay. Y, ¡por supuesto!: Me enorgullece ser y sentir cómo y lo que siento. Y quien me quiera juzgar, allá él y sus prejuicios. Que ¡se los guarde en el bolsillo, o donde se le cante!
Porque al igual que como dice otra frasecita popular entre los humanos de hoy, “la vida se hizo pa vivirla”. Y que además es muy corta para estarse sintiendo mal o triste por lo que los demás piensen o crean de uno mismo.
Retomando lo que les decía al principio, en relación a mi queridísimo ASPO:
Puedo decir varias cosas sobre él y sus ocurrencias, genialidades y aspectos de su persona, que yo veo y que aprecio en sus modos y maneras de ser quien es. Pero que él por su timidez, reconoce en los demás pero nunca en sí mismo. Tiene una personalidad menos destructiva y con más compasión que la mía. Habilidades de las que yo, por mi temperamento fuerte, medio insensible por momentos, no tengo tan afiladas. Y todavía cada tanto me sigo preguntando: ¿cómo me sigue bancando a pesar de mi malhumor, mi intolerancia al frío y mis momentos de encierro ensimismado en mis propios mambos mentales? Todavía al día de hoy, sigue siendo una pregunta sin respuesta. O por lo menos, una respuesta que ASPO se niega a devolverme.
Lo único que hace es hacerme un ademán con la mano de todo bien o si no, me da una palmadita en el hombro, y me dice con sarcasmo:
-Porque sos medio solitario, quejón, malhumorado y malísimo para hacer asado, te elegí como mi amigo. Porque yo no soy nada de eso para mí fortuna. Y al igual que vos, también soy malo para hacer asado a la parrilla-. A lo que a continuación agrega un guiño de ojos y me dice así como quien no quiere la cosa: -¿Pongo la pava y mateamos un rato?-
Aspectos, características y adjetivos que hacen que cada día admire más a ASPO y ♫¿Cómo es él?♫ (aunque me haga rabiar la mayoría de las veces).
Una de las cosas que rescato de él, es que siempre a pesar de las circunstancias, es de esos “que constantemente intenta ver el vaso medio lleno”. Como yo le digo siempre mientras nos estamos tomando alguna copita o un café en medio de la mañana o la madrugada mientras escuchamos un buen discaso del gran Miles Davis. Porque sí, a ambos nos apasiona y nos enloquece el jazz. Mientras tarareo apoltronado en el sillón, lo miro fijo a los ojos y le digo en tono irónico:
-Vos no tenés remedio. Sos un utópico, soñador y un optimista empedernido. Que cree demasiado en la gente y, que por eso, siempre termina por decepcionarse cuando cae en la cuenta de que nadie es ¡perfecto!-.
Es una idea de vida y perfección, que a nosotros los que vivimos en el submundo de los Virus, también nos vendieron. Una idea de perfección e idealismos, que se popularizó entre nuestras gentes y, que por idiotas o ciegos de mente, también decidimos comprar. Ya ven, Nosotros los virus y ustedes, los Humanos, no somos tan distintos en algunos aspectos después de todo.
¿Qué otras ideas absurdas compramos al igual que la Humanidad?
También compramos castillitos en el aire, de colores y de cristal, como los siguientes, a saber:
*El éxito se consigue cuando pasás por arriba de quien te rodea. Y si no lo vences, lo ayudás a que se hunda bien al fondo… Y si, por el contrario, intentás levantarlo para rescatarlo del fango, sos un gil.
*Que después de una cierta edad, hay cosas que ya no están buenas y que no son apropiadas que las hagas. Porque parecés raro. Te ves extraño y algo psicópata si te subís y te divertís como un desquiciado en el tobogán de una plaza. Porque divertirse es para los más chicos.
*El perseguir los sueños y las ambiciones, si no es para ganar más plata, está sobrevalorado.
*Luchar por lo que creés, pensás, sentís y actuar en consecuencia, es sólo para los que viven en un mundo de fantasía. Porque en el mundo real, la gente si te puede aplastar, lo hará. No te quepa la menor duda.
*Que si tenés guita, podés comprar absolutamente todo. Hasta el amor y las buenas compañías.
Pero bueno, ¡vuelvo (de nuevo), a ¡la pregunta del millón!
Y la respuesta que pide a gritos la popular. Porque me dejo de ver sólo como un “bichito molesto” y del que todos hablan hasta el hartazgo y el hastío. Compartiendo datos empíricos, cifras, riesgos, derrumbes de las economías y todas malas noticias. Porque yo creo, que por lo menos, tengo bien merecido el mérito de ingresar en los records Guinness. Ya que por cómo me pintan por todos lados, ¡nadie me quiere ver ni en figuritas!… Según dicen por ahí, soy más malo, ¡que el número 13! (le aviso a algún despistado que quizás no sea timbero como su servidor que el 13 hace referencia en los sueños, a la yeta o mala suerte). “No te cases ni te embarques, no pases en martes o viernes 13, debajo de una escalera”. ¿Ubican la expresión?
Pero ya decía, ¿por qué elegí a ASPO para que fuera mi compañero en este plan que se las trae?
Plan, al que denominamos o mejor dicho, ASPO quiso llamar: “El Plan Valencia”.
Si bien le discutí y renegué con el nombrecito condenado, accedí a que lo llamara así… porque cuando me daba los argumentos, fundamentos teóricos y las razones en detalle yo me acordaba de esa serie de Netflix que aunque no crean, acá en el mundillo de los virus también se vio (nos gusta entretenernos con esas plataformas de streaming y entretenimiento que ustedes usan y consumen). Aunque a veces te transformen en un dependiente e idiotizado consumidor de contenidos que no reparás en analizar y que ni siquiera mirás con detenimiento para saber qué te están diciendo realmente.
Porque lo único que necesitás es salir un toque de la rutina monótona y agobiante. Pero cada tanto, les invito desde acá y desde donde cada uno de ustedes me esté leyendo a desenchufarse de absolutamente todo. El desenchufarse, cada tanto, funciona. Porque sirve para que la creatividad y la imaginación hagan lo suyo. Generando en quienes las ponen a funcionar, una liberación de buenas y positivas sensaciones.
Volviendo al fanatismo de ASPO por La Casa De Papel.
Puedo darles una definición en cuánto a su diario vivir y el transcurrir de su realidad definiéndoselas con una frase muy hermosa que usan los españoles al hablar, y que a él, no sé por qué, le fascina: su vida y realidad transcurren “como si se le fuera la vida en ello”. Como si fuese un sueño y una aventura. Por eso, elegí a ASPO para armar y ejecutar al igual que el personaje del Profesor, nuestro propio, singular y maravilloso: “¡Plan Valencia!”.
Para de una buena vez por todas causarle un golpazo de nocaut al mundo. Con el único propósito, de pararle su ritmo acelerado y enfermizo. Costara lo que nos costara. Aún si en ese choque de nosotros y ustedes, no nos quedara más remedio, para nuestro propio pesar, que llevarnos puesto a todo y a todos. Con el objetivo de salvarlos y hacerlos pensar en algo de lo que lamentablemente por sus vidas aceleradas y de ires y venires constantes, se olvidaron: ♫“El valor de las pequeñas y simples cosas”♫.