Lewis, Valeria
Arbeletche, Sebastián
Una mañana de invierno, una decena de carpas ocuparon la tierra desierta en la manzana 133 del Barrio Moreira. Se distribuyeron a lo largo y ancho de la cuadra, en donde solo se levantaba un Centro Comunitario. La noche anterior, a unos cuatrocientos metros de allí, familias sin techo de la ciudad de Trelew habían cercado terrenos de la antigua chacra del INTA. Ya con el sol arriba, los grupos seguían llegando y, estaca en mano, dividían las parcelas con alambre para comenzar a asentarse.
Frente a esa situación, las mujeres que habían conformado un año y medio atrás la Cooperativa “6 de Abril” decidieron defender con el cuerpo lo que ya habían batallado en papeles y en ámbitos estatales durante meses. Eran 25 en total, comandadas por Romina Castelnuovo, al resguardo del terreno donde más adelante edificarían sus casas.
En aquellas carpas de marzo del 2011 pasaron varias noches heladas junto a sus hijos. Resistieron. Una vez despejada la tormenta social, pusieron manos a la obra y comenzaron a construir. Integrar la cooperativa les había permitido ya en el 2009 comenzar a capacitarse en albañilería, pintura, electricidad y cañerías, al amparo del programa “Haciendo Comunidad” del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
Parada en ese lugar que las mujeres convertirían en el barrio “6 de abril”, Castelnuovo explica que, además, la cooperativa le daría trabajo a unas cien personas más, que serían contratadas con los fondos girados por Nación para ayudar con la construcción.
Así como, desde la adversidad, la unión hace la fuerza, el trabajo asociado de un grupo de madres solteras hizo un barrio.
De eso se trata la Economía Social Solidaria. De encontrar una salida, una respuesta. De lograr objetivos uniendo esfuerzos y siendo democráticos, porque las crisis económicas no distinguen a un individuo de otro.
Números que crecen
En la actualidad, la provincia de Chubut posee 434 cooperativas. En 2008 el número existente se había triplicado, llegando en el 2011 a ser 403. Del número presente, encontramos que 294, el 67%, son cooperativas de Trabajo, seguidas por 62 cooperativas de Vivienda y 35 de Servicios Públicos. En menores proporciones están presentes las cooperativas Agropecuarias o de Producción y, finalmente, nueve cooperativas de otro tipo –como las de Consumo– y dos Federaciones.
El sector del trabajo es el que mayor cantidad de asociados y dependientes engloba. En él se pueden encontrar empresas textiles recuperadas, laneras, pesqueras y otras plantas de los Parques Industriales de Chubut que ahora pertenecen a los trabajadores. Se incluyen en este apartado, además, a aquellas cooperativas que prestan servicios para la construcción en distintos rubros, como pintura, electricidad y cañerías. La construcción de viviendas es el sector que más se ha desarrollado en Chubut, a raíz de las políticas económicas favorables implementadas desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación durante la gestión kirchnerista, y en los últimos años también sumó un fuerte impulso por parte de la provincia, a través del Instituto Provincial de la Vivienda.
La contratación de cooperativas para la edificación de viviendas sociales es uno de los caminos más certeros para abaratar costos en tiempos de crisis económicas.
En Argentina y el mundo
En la Argentina, el movimiento cooperativo engloba al 30% de la población nacional, en tanto que el número de asociados supera los 12 millones en todo el territorio. La presencia de cooperativas contribuye, mediante su acción solidaria, al desarrollo económico y social del país.
En el sector del servicio eléctrico existen más de 600 cooperativas que distribuyen energía eléctrica en 2.000 localidades y sus zonas rurales, abasteciendo a un millón ochocientos mil usuarios y proveyendo a más de 5 millones y medio habitantes.
En telecomunicaciones, a su vez, la presencia es significativa: existen 300 cooperativas que prestan el servicio telefónico, sumando más de 500 mil líneas que ofrecen cobertura a dos millones y medio de personas.
En el sector agrario existen 120 mil productores empresarios asociados a cooperativas agropecuarias, que emplean a unos 300 mil trabajadores y generan, además, 40 mil puestos de trabajo en forma directa en las cooperativas agropecuarias de primer y segundo grado. Este sector factura más de 7 mil 500 millones de pesos por año y contribuye con el 6% del Producto Bruto Interno.
En Latinoamérica, los números son igualmente alentadores: en Brasil existen 6.652 cooperativas con 9 millones de miembros y se generan alrededor de 300 mil empleos directos. Asimismo, la Acción Cooperativa Internacional para las Américas registra 13 mil cooperativas afiliadas, que representan a más de 32 millones de ciudadanos y trabajadores.
¿Qué es la economía social?
En su concepción, la economía social o solidaria no busca el lucro. Según con qué tipo de estructura u organización se materialice, esta puede ser asociativa, solidaria, colaborativa, social y equitativa con los individuos que la componen. Siguiendo esa línea, la economía solidaria ostenta valores democráticos, de interés social, y se destaca por la justicia distributiva de la renta. En su filosofía, su estructura es horizontal y están ausentes los rangos y las jerarquías. Los sujetos participan de todas las fases de producción y comercialización de bienes, productos y servicios.
El modelo responde a una economía alternativa, autogestionada y autosostenida por sus propios miembros, que se enfoca en el desarrollo social de sus integrantes y pone en valor tanto los derechos como la dignidad laboral de los trabajadores que la constituyen. Se diferencia del modelo capitalista clásico, debido a que los sujetos son poseedores de los bienes de producción.
De acuerdo al portal de la Universidad de Valencia, la economía social puede caracterizarse por:
- Finalidad de servicio a sus miembros o a la colectividad antes que de lucro.
- Autonomía de gestión, diferenciándose con ello especialmente de las entidades pertenecientes a la esfera pública.
- Procesos de decisión democráticos, “una voz = un voto”, principio considerado por algunos como central al democratizar el poder de decisión.
- Primacía de las personas y del trabajo sobre el capital en el reparto de las rentas.
La economía social o economía solidaria se visualiza en formas de empresas u organizaciones, como mutuales, cooperativas y asociaciones. Estas clasificaciones presentan muchas semejanzas pero también diferencias.
Respecto de las semejanzas, tanto las mutuales como las cooperativas enfatizan satisfacer las necesidades de sus integrantes, razón por la cual se prestan servicios recíprocamente. Son democráticas, porque los asociados participan con un solo voto, y la duración de ambas es ilimitada. Es igualitaria con respecto a los derechos de todos los miembros, incluso entre sus fundadores, y dedican partes de sus excedentes a la educación mutual y/o cooperativa. La solidaridad es un valor presente en los dos tipos de entidades.
En referencia a las diferencias, puede decirse que en las mutuales no se distribuyen los excedentes, mientras que en las cooperativas se devuelve a sus socios conforme a las operaciones que cada uno haya realizado, llamándose este proceso “retorno”. En las mutuales conviven distintas categorías de socios, en las cooperativas hay igualdad de entre ellas. Principalmente, la actividad de las mutuales está en el campo de los servicios y las cooperativas se destacan también en la producción de bienes. En las mutuales, los menores de 18 años pueden incorporarse como asociados participantes, en cambio, en las cooperativas todos sus socios son “plenos”.
Los asociados de las mutuales pagan cuota social, mientras que en las cooperativas los socios realizan aportes. En las mutuales, el asociado que renuncia no recibe reintegro de sus cuotas abonadas, pero en las cooperativas existe el reintegro de aportes. En caso de liquidación del patrimonio mutual, este pasa al Estado u entidad exenta de pago de impuestos con personería jurídica que haya previsto sus estatutos. En las cooperativas sólo transfieren su patrimonio al Estado.
Respecto de las asambleas, las mutuales difunden su convocatoria en el boletín oficial o en un periódico de gran circulación de la zona 30 días corridos antes de su celebración. En las cooperativas, 15 días corridos dentro de la entidad y/o filiales o sucursales.
Objetivos de crecimiento
Consultado acerca de la necesidad de reafirmar las políticas de desarrollo del asociativismo en su conjunto en la provincia del Chubut, el Subsecretario de Asociativismo y Economía Social Exequiel Villagra resaltó: “sin dudas lo que se intenta es recuperar la esencia del cooperativismo, para que basados en esos valores podamos recuperar el sector”.
Recordó además que “los objetivos de desarrollo para el Milenio de la Organización Internacional del Trabajo –OIT– se han enfocado en fomentar a las cooperativas como un instrumento primordial para el desarrollo sostenible”.
“En cada cooperativa que se conforma vemos el esfuerzo, la solidaridad y el trabajo de los cooperativistas que logran sacar adelante fábricas que cerraron, laneras que quebraron y a muchas familias que no tienen donde vivir”.
Por ello, subrayó, es una política fijada por el gobernador Mario Das Neves. “Fortalecer las cooperativas desde lo administrativo, brindarles asesoramiento, capacitación y todo lo que necesitan para ser cada día mejores”.
Hilando el futuro solidariamente
En el mes de abril del año 2013, los empleados de la textil Word recibieron la peor noticia. El dueño, Castor Garipe, visitó la planta en el Parque Industrial de Trelew y les dijo que no podía seguir; los números no cerraban. De cara al momento crítico, los 63 trabajadores comenzaron con un plan de lucha que no los conducía a ningún lado. Paros interminables siguieron a turnos para cuidar la planta y evitar que la vaciaran. Parecía no haber salida.
El 20 de junio del mismo año, en una asamblea, decidieron conformar una cooperativa. Primero lograron una indemnización con parte de la propiedad y las maquinarias, lo que les permitió garantizar la producción y la continuidad del trabajo. Un mes después, gracias a una rápida gestión, la Cooperativa Textil Patagonia recibía su matrícula y empezaba la actividad.
El proceso no fue largo, lo que permitió a los socios salvar el lugar y las herramientas de trabajo. Al mismo tiempo, debieron atravesar un cambio que fue mucho más difícil de asimilar: en apenas semanas pasaron de ser empleados a dueños.
Tras la asamblea constitutiva y la aprobación del estatuto bajo el que funcionaría la cooperativa, los asociados eligieron a sus autoridades. Con la mayoría de las manos levantadas para votar a favor, Osvaldo Benítez se convirtió en presidente.
La firma de acuerdos comerciales con China durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner había perjudicado directamente a la industria textil argentina. Esto se hizo sentir en la fábrica, donde, según Osvaldo, “era evidente cómo estaba cayendo el nivel de producción, por ende el nivel de trabajo y empleo”.
El actual presidente de la cooperativa, no obstante, identifica otros factores que contribuyeron al cierre de la planta. El valor del dólar, que no permitía conseguir materia prima –los hilados importados–, el abandono de la administración y el retiro de las inversiones por parte de los propietarios. Los insumos eran escasos. Los repuestos de las maquinarias no estaban disponibles. “No fue de un día para otro, pero se notaba”, lamenta Osvaldo.
De los 63 que quedaban luego de años de trabajo, los que ya estaban por jubilarse decidieron aceptar la indemnización. La cooperativa se conformó finalmente con 52 miembros.
Osvaldo recuerda que desde esos primeros meses de negociación se enfocaron en lograr que tanto la maquinaria como la mitad del edificio quedaran para la cooperativa. El dueño les dio batalla, pero los trabajadores lograron el cometido. Si solo se quedaban con las máquinas podían ser desalojados, una experiencia que otras fábricas recuperadas habían sufrido en el mismo Parque Industrial.
El casco es viejo pero grande. Las paredes conservan la antigua pintura verde desteñida y hay partes del taller en las que se ve el revoque. Solo el pasillo de ingreso está pintado de blanco. Sobre los muros, se alojan carteleras de corcho, que exhiben comunicaciones internas mezcladas con panfletos de los meses de lucha sindical. La sala de máquinas conserva la escena intacta diseñada por Ford: una máquina le sigue a la otra en hilados prolijos. Un viejo operario desarma un equipo obsoleto tratando de revivirlo. La humedad espesa el aire y chorrea de las paredes hasta el piso. Son 22 grados, como en un laboratorio, los que marca el termómetro. Así los hilos no se secan ni se cortan. Los cuadros de los telares suben y bajan frenéticos, sistemáticos, generando un ruido ensordecedor. Otro operario revisa los hilados en la segunda máquina de la fila de la derecha. Mete los dedos entre el tejido que apenas se está armando. La camisa grafa arremangada deja ver con claridad sus manos gastadas por el tiempo.
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— Ahora cada uno es dueño de una parte del edificio.
— ¿Fue difícil acostumbrarse a esta nueva idea?
— Sí, totalmente. Somos obreros, lo fuimos durante veintisiete años. No estamos acostumbrados a ser dueños de nada. Pero lo somos.
— Legalmente es así.
— Lo único legal que nosotros sabemos es que cuando armamos la cooperativa éramos cincuenta y dos y que cada uno tiene su ladrillo, su parte. Ahora, cómo hacés para llevarte tu parte cuando vos te vas de la cooperativa, todavía no tenemos ni idea.
— ¿Y cómo hacen si tienen que sumar a un nuevo socio?
— ¡Uf! –resopla– ¡esa es la pregunta del millón! Todas las veces que hemos ido nosotros a Rawson no nos saben contestar sobre esta cuestión. El estatuto de la cooperativa dice expresamente que vos no podés tener empleados, o los podés tomar como socios. Nosotros tenemos un mecánico que nos factura mes a mes, monotributista, pero es un caso específico.
Así de complicado fue el traspaso desde la fábrica a la cooperativa. No se trata solo de papeles, del nombre que tenga la organización o del capital con el que se cuenta. Quienes ahora son socios de una empresa de la economía social, otrora fueron empleados de una fábrica que quebró por culpa de la economía de mercado. Esa transición mental es más difícil de asimilar. Ya no hay sueldo, no hay vacaciones pagas. El reparto de las ganancias es una meta que todos deben lograr. La costumbre de sentirse un simple laburante es lo último que se pierde en el proceso, y, cada vez que sus compañeros de trabajo lo hacían responsable por el poco dinero a repartir, a Osvaldo el camino se le hacía más largo.
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Fueron 27 años. La quiebra de la fábrica era la segunda que pasábamos. La primera vez habíamos intentado lo de la cooperativa y no funcionó. La planta se vendió y fuimos obreros otra vez. En más de una ocasión pensamos en bajar los brazos, pero siempre encontramos un empujón para seguir, algún incentivo. Ser el presidente es una gran responsabilidad. En la asamblea, solo dos compañeros no me votaron, pero lo que todavía no entiendo es por qué los otros cincuenta sí lo hicieron. Aún después de tres años me tratan como a un jefe y no como a un compañero. Y yo no me siento como un jefe, solo tuve que asumir la conducción porque confiaron en mí. Soy uno “de los de arriba”. Así nos dicen los otros asociados a los que ocupamos las oficinas donde antes estaba la administración. En el segundo piso, al final de una interminable escalera.
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El presidente de la cooperativa viste jeans y remera de piqué. El crespo y negro pelo se arremolina en su frente. Es de contextura mediana y parece mucho más joven de lo que es. Es de pocas y simples palabras. Siempre muestra los dientes cuando sonríe, y lo hace casi todo el tiempo. Gesticula mientras habla, deja al viento sus manos grandes y firmes. Cada tanto cierra el puño con fuerza. Con la fuerza de quien tiene que batallar a manos llenas para salir adelante en medio de la crisis.
A los años de Osvaldo se suma la juventud de Pablo Bravo, quien fue electo como secretario de la cooperativa. Llevaba pocos años en la fábrica cuando cerró, pero va a ser papá en pocos meses. Quedarse sin trabajo no es una opción. Se encarga de la administración de la planta a la que le aporta alternativas para mejorar los canales de compra y de venta. Fue el ideólogo de las ferias de telas que realizan una vez cada dos meses en la misma fábrica. Allí venden a clientes locales retazos que quedan de las ventas al por mayor. Se hacen conocidos y se aseguran ingresos extras. También fue el responsable de coser y armar “paravientos”, muy necesarios en las playas de estas latitudes. Los ofreció en una feria y se agotaron en pocos minutos.
Tirar ideas no es lo único que le sale bien. Pablo, además, lo empuja a Osvaldo a contactarse con el Movimiento de Fábricas Recuperadas de Argentina y también a estar conectado con los grupos de cooperativistas locales.
Caminan a la par por la fábrica, que ahora es cooperativa, pero fábrica al fin. Llevan tres años de grandes luchas. Por el momento han salvado lo más importante: el trabajo de más de sesenta personas. Juntos, Osvaldo y Pablo, parecen Batman y Robin. Solo que Batman en este caso no es millonario. No hay mayordomo ni Baticueva. Y Robin no es el joven maravilla, pero en este caso, es quien entrena a Batman y lo alienta a luchar en la adversidad y ante las nuevas experiencias.
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Fuentes consultadas:
-Datos oficiales de la Subsecretaría de Asociativismo y Economía Social de la Provincia del Chubut.
-Datos de la Federación Chubutense de Cooperativas de Servicios Públicos
http://www.politicargentina.com/notas/201605/14254-las-cooperativas-de-la-construccion-de-viviendas-no-reciben-fondos-hace-4-meses.html